viernes, 21 de marzo de 2008

Viajes al pueblo.

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Cada vez que llegaba sola al pueblo era una pequeña revolución. No es que yo fuera persona grata en las esferas sociales del lugar sino que era famosa. Y ser famosa tiene su costo. Es así que cuando bajaba del autobús en la plaza centrica, corría la voz por todas las esquinas sobre mi llegada.

Mis visitas eran espóradica, algo así como dos o tres veces al año. Casi siempre en fechas claves como navidad, año nuevo o algún día feriado. Por lo general viajaba sola, enchufada en mi música y mis pensamientos. Haciendo la vista gorda a los comentarios de alrededor. Nunca pero nunca pasé desapercibida en aquel pueblo.

Y es que marqué historia.

Algunos hijos del pueblo, se hicieron famoso por pintar cuadros, otros por componer música y presentarse en el Teatro. Los hijos de la familia Odriozola por ejemplo, fueron muy famosos por su historia. Eran tres varones muy codiciados por las chicas del lugar. Los tres supieron usufructuar bien el hecho de tener abuelos barraqueros y padres usureros.

Yo no. Mi familia no pertenecía a la benemeríta alcurnia maragata. No teníamos un lote en el cementerio con apellidos esculpidos en granito. Ni auto con el cual dar vueltas todos los domingos alrededor de la plaza. No eramos socios del club social y si llegué a estudiar en colegio católico fue por mandato divino. Es decir, Dios siempre tiene el ojo puesto en las ovejas descarriadas y en los hijos pródigos para atraerlos al buen camino.

Sin embargo obtuve mi fama. Fuí una de las tortas más criticadas de la sociedad.

Cuando cruzaba la plaza por la diagonal mayor, podía sentir miradas, escuchar cuchicheos, y creo que a más de uno le hubiese gustado pedirme un autógrafo a la luz del día. Cual diosa griega recién desembarcada de Lesbo, sonreía a mis inquisidores sabiendo que a la noche, como cucarachas se acercarían a lamer el dulce de mis manos. En el fondo querían ser libres.

Era sábado cuando llegué aquel día. Y mis viejos amigos del pueblo, el nano, el javi y el santi como siempre me esperaban en la parada del autobús.

- Flaca, abrió un lugar nuevo. Dicen que está lleno de pendejas nuevas. Mi viejo me dió las llaves del rancho del río y tengo el auto. ¿Salimos a hacer estragos?
- Y bueno-respondí sin muchas ganas- el zorro pierde el pelo pero nunca pierde las mañas.

A las nueve y media el Javi pasó por las casa de mis viejos en su escarabajo blanco. Como siempre iba escuchando a Lou Reed y fumandose un porrito mientras manejaba.

- Y el nano y el santi?
- El nano nos espera en el club, vamos a tomarmos unas grapas primero como en los viejos tiempos...el Santi se fue a putear al kilombo.
- Como en los viejos tiempos...ja!...y si hermano ya estamos grande. Somos como los abuelitos del rock and roll. Vos deberías estar casado con una buena mujer y ser padre de familia. Y yo debería tener una historia de dies años con una pareja y un gato de raza. ¡Pero no! aquí seguimos dando vueltas...
- Bueh hermanita, no te pongas con esos flashes de moralista que te atacan de vez en cuando que ya sabes cual es tu destino.
- ¿Cual es mi destino?
- Iniciar a las ninfas en el sacerdocio de Safo. ¡Si están esperando que llegues al pueblo para poder verle la cara a Dios!





En el club el nano nos esperaba más dado vuelta que margarita con cédulas en kermess de escuela.
- Hey! hermanos míos! que gusto verlos. Siempre se regresa al primer amor eh flaca!? no podés dejar de venir al pueblo.
- ¡Espero no regresar jamás a mi primer amor! pero el pueblo es como un imán. Uno tiene que reivindicar la historia.
- Hermana, es que sos una vieja maestra. Y tu deber es iluminar a las nuevas generaciones. Nosotros somos muy religiosos y debemos cumplir la voluntad de Dios.
- Ajam. Pedime una grapa con martini y dejá de decir pavadas.

El rito no cambiaba con los años. A las ocho se iba a misa, a las ocho y media se salía de misa. A las ocho y treinta y cinto minutos se iba a buscar a la noviecita. A las nueve se caminaba alrededor de la plaza con la noviecita y luego de girar un rato largo sobre las cuatro esquinas, se intentaba encontar libre el banco de madera verde frente al club social. Entonces se juntaban los amigos y sus novias y se esperaba la hora del baile.
Pasaban los tiempos, crecían los adolescentes, se casaban, tenían hijos y la historia seguía repitiendose.

Esa vez me encontraba un poco malhumorada, por lo cual no tenía muy buena sintonía con los muchachos. Pero no podía fallarles, las nuevas chicas, futuras adoratrices sáficas ya sabían de mi llegada. Uno puede hacer cualquier cosa pero a los amigos no puede descepcionarlos, menos si son machos. Después de todo de los cuatro, eramos tres. Santi era el más marica del pueblo por lo cual no esperaba absolutamente nada de mis conquistas. Pero los otros dos tenían una competencia ciega conmigo en eso de ver cual de los tres conquistaba más mujeres.

Y aunque mientras viví en el pueblo siempre fuí en desventajas con ellos, desde que me había mudado a la capital (nadie es profeta en su propia tierra) tenía una excelente reputación de iniciadora sexual en chicas virgenes. Historial que seguramente se encargó de escribir la imaginación popular.
Y como leyenda quedé. Era algo así como la torta inofensiva con la cual pasar la dura prueba de la primera vez.

Esa noche llegamos a la disco temprano. Era un lugar pequeño, del otro lado de la plaza con luces muy precarias y olor a de todo un poco. El lugar era conocido como un lugar "abierto", es decir, no gay pero amigable. Después de todo, en cualquier lugar de esos, bien entrada la borrachera las represiones sexuales siempre encuentran su punto de fuga.





Luego de varios tragos y de unas horas de baile, el nano me avisa que una chica está dale y dale mirando hacia nosotros. Así que empieza la apuesta...
- Me mira a mi, no te mira a vos-aseguró el nano que a esa altura veía dragones verdes danzando con mariposas.
- No sé pero tampoco me interesa mucho. Dale vos y si revotás entonces me mira a mí.
-NO! gritó el Javi desde otra punta. Esa quiere con vos--y me apuntó con el índice. La madre trabaja en el diario católico y un día la nena, me preguntó por vos.
- ¿Cómo te preguntó por mi si no me conoce?
- Querida...sos más conocida de lo que pensás. Torta con tu fama en este pueblo no hay muchas.
- Bueh, no es cierto. Antes que yo existían otras famosas, no les quités el mérito.
- Pero no se involucraban en las sociales nena! siempre estaban encerradas en sus casas, con sus parejas de años. Vos jamás dejaste de marcar presencia social.

Pensé que en ese punto mi amigo tenía la razón. Pero no era mérito propio sino mérito generacional no más. A mi no se me daba por encerrarme en una pareja y menos por dejar de andar de bares.

Después de un rato largo, la chica se fue acercando. Y como quien no quiere la cosa, me encontré bailando con ella.
El nano se dió por vencido y se levantó una gordita fumada, el javi seguió en el mostrador tomando sus cervezas.
Mientras la chica bailaba "Y a quien le importa" en versión que no era la de Thalía, yo no lograba ver la frontera en bailar en un bar gay o en aquel lugar. Parecía que las cosas habían evolucionado un poco. Si bien la mamá trabajaba en el periódico católico, si bien la chica estudiaba en el colegio católico, parecía no preocuparle en absoluto el coqueteame frente a todos sus amigos.

- ¿Por qué no salimos de aquí?- me dijo como una serpiente engatuzando a Adán.
- No tengo auto, pero mi amigo puede llevarnos a un lugar más tranquilo.
- Prefiero caminar. Solo dame un segundo de avisarle a mis amigos que me iré contigo.

Mientras daba su aviso, yo pensaba si aquella chica estaba midiendo las consecuencias que le caerían como guillotina sobre su cabeza al otro día. Pensaba, en que salir conmigo de ese lugar solas, sería la marca de que una nueva torta ha sido descubierta.
Caminamos por casi todo el centro del pueblo, y hablamos largo y tendido.
Supe que tenía 17 años, que me conocía de lejos desde sus once. Que me había visto varias veces caminando sola, que había leído un par de cosas mías en el periódico que trabajaba su mamá. Que iba al mismo colegio donde yo había estudiado la secundaria, que me admiraba. Y ante mi "¿como puedes admirarme si no me conoces?" "A veces se admira a través de lo que se lee, a través de lo que se sabe, a través de las historias que cuentan otros de ti"...



Adela era algo así como una pequeña mujer valiente. Había arriesgado su reputación de niña estudiosa, de amiga normal, de buena católica caminando a solas conmigo, en la madrugada de un pueblo que no perdona la valentía de las mujeres.
Y en ese momento yo la admiré a ella aunque en el fondo me dió pena por lo que seguramente, luego tendría que enfrentar. Supongo que esa "pena" tenía que ver con el instinto maternal de protección hacia los más indefensos, hacia la parte más vulnerable de la sociedad. En este caso, un adolescente mujer y lesbiana en un pueblo conservador, hipócrita y machista.
¿Se puede tener más vulnerabilidad social que esta?

Nos alejamos del centro hasta llegar al río.
El río que había retirado sus aguas después de una gran inundación.
- ¿Podemos sentarnos un rato?
- ¿En el pasto? está muy húmedo...
- Por favor. La húmedad no va a impedir que disfrutemos de este momento ¿no?
- Adela, ¿vos estás segura de lo que estás haciendo?
- Esto que estoy haciendo ¡lo he deseado por años!

Y me olvidé de la húmedad, de la madrugada, de sus diecisiete años y de que las marcas a veces uno se las hace solo.

....

- ¡Alguien me está mirando!
- Sí, es una vaca. - dije mientras volví a meter mi cabeza entre sus piernas.


-Las imágenes han sido tomadas de Google.