jueves, 13 de diciembre de 2007

Pronto regreso.

Porque la memoria suele ser traicionera y la libertad de escribir es mi derecho,
regreso a "Lugares de mi vida".

Pronto una nueva historia de amor y geografía...en el mismo canal.

Un abrazo.

domingo, 3 de junio de 2007

Estimado lector:

Este blog queda momentáneamente desactualizado.
Esperando reencontrarme pronto con él, agradezco el tiempo usado para leer mis post.
Sinceramente:
chaurrita.

sábado, 7 de abril de 2007

Quebrada de los Cuervos, Treinta y Tres.

La carrera de geógrafa al igual que el lesbianismo, en teoría, no eran mi máxima aspiración. Claro que en las cuestiones prácticas, la cosa fue diferente. Las salidas de campo anuales, más allá del aprendizaje académico, lograban enamorarme más de la tierra. Y la tierra terminó siendo como el cuerpo de una mujer: un enigmático y mágico objeto de exploración.

Nada sabía yo del tiempo geológico ni de los dominios morfoclimáticos. Después de todo aprender sobre microclimas y agentes erosivos no era algo que me quitara el sueño. En cambio las salidas de campo me llenaban de insomnio. Cada año elegíamos un lugar donde ir, preparábamos el material de estudio y recogíamos los fondos para solventar los gastos. Durante el tercer año de carrera elegimos el departamento de Treinta y Tres. El trabajo abarcaba el estudio de la geografía humana, económica y física. Mi inclinación por la geopolítica siempre me había alejado de la geografía física, pero ese año, opté por incluirme en el grupo de geomorfología.

Fue así como llegué hasta la Quebrada de los Cuervos. El lugar exacto para el encuentro con el llamado sistema morfogenético: meteorización, transporte y acumulación de sedimentos que conforman el relieve.
Emilia era la estudiante más avanzada en el curso de morfología de la tierra, por lo cual, registrarme en su grupo fue una idea muy acertada. Viajamos juntas todo el recorrido, y juntas exploramos el arroyo Yerbal Chico y sus alrededores. También nos perdimos entre la tupida y variada vegetación para fumar un porrito.
Y es que al decir de Emilia:
“No sé por qué a los futuros profesores nos niegan el placer de vivir la magia en medio de paisajes como éstos”, no podía anteponérsele el reglamento de la Salida de Campo: “no drogas, no alcohol, no bailes, no amoríos, no, no, no, no...”.

En medio de la inmensidad de aquella grieta que alguna vez en millones de años se abrió en la tierra, Emilia me enseñaba de microclimas, de yerbas buenas, de yerbas malas, de helechos, de fauna autóctona, de procesos erosivos y divagaba en procesos geológicos y morfológicos. En realidad, más que saber cómo científicamente se había generado aquella quebrada, yo, descubría el paisaje con todos mis sentidos.


- Para descubrir la piel de la tierra, hay que viajar hasta donde se abre, y aquí, en medio de éste lugar, la tierra se abrió algún día.
- La verdad Emilia, jamás me puse a pensar en qué la tierra tuviese piel. Tampoco tenía idea que se había abierto algún día. Pero me basta con saber que existe y apreciar su belleza.
- Te faltan mucho andar para conocer la tierra.

La Quebrada estaba llena de magia, aunque el porrito no fuera nada del otro mundo, bastaba con mirar a mi alrededor para descubrir que un segundo geológico eran millones de años humanos. El tiempo allí, era puro enigma.

Mi cerebro no podía entender, por más que me llenaran la cabeza de explicaciones científicas, como un hilito de agua y un montón de pequeñas diferencias climáticas, podían esculpir aquel monumento natural sobre la epidermis terrestre.
La ciencia no podía cubrir todas mis interrogantes, había una al menos que no era ni la hidrografía, ni la geología, ni la geomorfología que podría responderla.¿Quién había dado pie a tanta belleza en aquella obra de arte?

A nuestro regreso en Montevideo, Emilia y yo nos reunimos varias veces para realizar el reporte de estudio. Luego de nuestro tercer día de trabajo, estando en su casa, fuí invitada a cenar con la familia. Su marido era un músico bohemio que gustaba más del vino que de las cuerdas de la guitarra, pero digamos, que pertenecía al grupo de los borrachos con estilo musical propio. No sabía bien si estaba escuchando una letra de Zitarrosa o de Lennon, pero de todos modos, no me interesaba en absoluto discutir el repertorio con él. Tampoco escucharle hablar de la Quebrada como si hubiese estado allí con nosotras. A los borrachos es mejor seguirles la corriente.

Emilia sugirió que me quedara a dormir, ya que era tarde y llovía mucho. Me pareció apropiada la idea. Lo que no me cerró mucho la cuenta, fue la orden que le dio al marido:
- Vos dormí en la sala, qué estás muy borracho y no te aguanto. Victoria y yo tenemos muchos que conversar del viaje a la Quebrada así que nos acostaremos en la cama grande.

En realidad, tomé mis malos pensamientos como una deformación profesional. Digamos, mi experiencia lésbica de años, podía jugarme una mala pasada y oler seducción dónde no lo había. Después de todo, recordé que cuando era niña, mi mamá adoptiva solía dormir con mi tía cuando nos visitaba para charlar más a gusto de sus cosas durante la noche. Y mi papá dormía en el sillón de la sala.

Cuando llegamos a la recámara, confieso se me subieron los colores a la cara. Era una recámara sumamente erótica. Y en lugar de mirar las fotos de la Quebrada de los Cuervos que Emilia desparramó sobre la cama, me dediqué a mirar los cuadros de cuerpos desnudos que colgaban de la pared.
- Me gusta mucho la fotografía de desnudos –dijo como excusándose.
- Creo que ésta recama inspira más que para hablar de geografía, hablar de arte.
- ¿Pensás que la geografía es solamente ciencia?- mientras dejaba al descubierto su gusto por no usar sostén.
- En realidad, creo que la geografía es una ciencia que estudia obras de arte.
- ¡En verdad la Quebrada de los Cuervos es una obra de arte!
- Es como el estudio de las mujeres. No hay arte más perfecto que el cuerpo de una mujer sin embargo, lo estudia la anatomía, la genética.
- ¿Vos crees que la tierra es cómo el cuerpo de una mujer?
- ¿Y no fuiste vos quien me dijo que el relieve era la piel de la tierra? Si la tierra tiene una piel tan hermosa como el que estudiamos el otro día, tiene que ser un cuerpo de mujer.
- ¿Por qué siempre decís palabras qué me transportan?- y se metió desnuda entre las sábanas.

Al otro día por la mañana, mientras las tostadas se quemaban en el tostador, Emilia y yo nos seguíamos besando en la cocina.

- No me queda claro Emilia, entonces ¿vos sos bisexual?
- Digamos que inauguro con vos. Creo que soy un objeto de exploración y descubrí tu vocación exploradora en la salida de campo.

Sobre mujeres y geografía, se aprende más en el laboratorio que en las bibliotecas.






para leer sobre Treinta y Tres click aqui...
sobre la Quebrada de los Cuervos, Click aqui...

domingo, 25 de marzo de 2007

Cataratas del Iguazú, Paraguay

El sexo bendito de mi América Latina.




En medio de una dictadura militar, no estaba en mis planes ver estatuas del General. Menos fuera de mi país. Pero aquella opción de viajar a tierras guaraníes no se podía descartar así como así. Paraguay tendría otras cosas a parte de milicos y evangelistas.

Por aquel entonces andaba intentando cambiar mi destino. Ser torta en un pueblo chico no era tarea fácil, menos en aquellos tiempos de silencio obligado. Así que entre bofetadas familiares, habladurías de pueblo, sanciones de colegio católico y abandono de amigas normales, dejé el río y me instalé frente al estuario. Montevideo se me antojaba Europa; pero en asuntos de orientación e identidad sexual, resultó ser más una aldea social que una ciudad de vanguardia.

Ante aquella desilusión capitalina, y en medio de una adolescencia acallada por las autoridades y la mojigatería pueblerina, incursioné en la búsqueda de la verdad que me haría libre: Cristo Jesús ¡La Respuesta!
Y no es que la religión cristiana fuese mi objetivo de vida. Supongo que si Charles Manson hubiese llegado hasta mí con una descripción de felicidad tan perfecta, hubiese sido también su seguidora.

Allí me encontraba yo por los 70 y pico, intentando ser aceptada como ser normal, cuando me ofrecen un viaje misionero. Nadie sabía de mi lucha por dejar de ser homoerectuslesbian, es decir una torta activa con todas las letras. Ni de mis oraciones nocturna para que el espíritu santo me quitara el demonio hormonal que me provocaba la hija del pastor, cuando llegó la noticia que me condenaría por siempre a las llamas del infierno:

-Victoria y Maribel, han sido elegidas para viajar juntas en la misión de jóvenes cristiano de nuestra Iglesia rumbo Asunción del Paraguay.

Confieso, el viaje me pareció una tentación demoníaca. La manzanita que tentaría mi diente.
Pararon los días, he instalada en medio de gringos rubios con dinero y cruces en la solapa, escuché la voz apagada de un pueblo que llevaba tristeza en los ojos. Por alguna razón, los ojos de los indígenas se me hacían tristes. Más tristes que en las postales de UNICEF.

Aquella tierra colorada no tenía nada de atractivo a mis ojos. Salvo la gente, la pobreza magistral, los piojos, el guaraní como lengua oficial, los indios en la reserva luciendo Levi´s, salvo eso y las residencias de los millonarios dictadores, nada me decía aquella geografía de humedad y mosquitos.

A casi un mes de vivir en Asunción, lejos estaba yo de saber que Paraguay, había sido en un tiempo nuestra primer potencia americana. Padre mío Galeano aún no había podido hablar sobre “Las Venas Abiertas de América Latina”. Y la Biblia - lectura diaria en las misiones- jamás mencionó a Paraguay cómo parte del mundo de Dios. Creo que a Dios se les escapó ese detalle.


Hasta que un viaje a las afueras de la ciudad, iluminó mi mente y entonces, descubrí dos cosas:
1. el cuerpo de Maribel medio desnudo. Una cama grande. Una noche de fiebre hormonal. Un calor que en Montevideo no se conocía. Y mi condena al infierno para toda la vida. Subirse sobre el cuerpo de la hija del pastor, no era parte de la misión.
2. las cataratas del Iguazú. Sí. El único espacio sin bustos al General Stroessner. Sin milicos, sin metralletas. La garganta del Diablo convirtiendo un hilito de agua en un grito desesperado de libertad; mi primer bandera del arco iris brillando por sobre el agua caída. La bandera del arco iris natural. Y el verde inmenso, húmedo de una selva que parecía el monte erótico del continente.
Una imagen convertida en otra. Un paisaje, una geografía que se asemejaba al sexo caliente de una mujer:
la vagina húmeda de mi América Latina.
Allí, decidí quedarme para siempre.

para leer sobre Cataratas del Iguazu click aqui...
Asuncion del Paraguay click aqui...

sábado, 17 de marzo de 2007

Picada Varela, San José.



Intento volver atrás en el tiempo y recordar uno de mis primeros amores geográficos: La Picada Varela. El único balneario oficial sobre el Río San José a la altura de la capital departamental. Tenía unos tres años cuando descubrí éste lugarsito en el mundo. Los domingos mi madre y mi hermana adoptiva solían tomar un autobús gratis que nos llevaba desde el Barrio Colón hasta la Playita Picada Varela. Llenaban un bolso de plático con refuerzos de mortadela, y jugolín de mandarina. Decían que al agua daba hambre a los niños.

Mi primer contacto con el balneario fué la vista del gran puente de la Picada. Para mis tres años, era como un acto histórico cruzar el puente a pie. El autobús nos dejaba en el parador, y a mi mamá no le atraía quedarnos en el área deportiva ya que el punto más profundo del río daba hacia aquel lugar. Así que cruzábamos el puente a pie. Recuerdo que al mirar hacia abajo del puente, me daban ganas de volar y tocar el agua con las manos. No tenía mucha noción de la altura a la cual nos encontrabamos, pero mi mamá repetía una y mil veces que no mirara hacia abajo.

La playita estaba del otro lado del río, dónde se encontraban las boyitas rojas y blancas que indicaban hasta que punto nos podíamos bañar. Pero al doblar del camino, antes de llegar al área permitida a los bañistas, recuerdo un pequeño acantilado de unos dos metros de altura rodeado de arbustos.

En mi primer contacto con el río la atracción que ejerció el agua ya desde la cruzada del puente, fué lo suficientemente fuerte como para soltarme de la mano de mi mamá y correr hacia el acantilado en cuanto ví de cerca la orilla.

Recuerdo que grité:
-Mamá, ¡mirá el agua!
Corrí más veloz que todos los adultos que me acompañaban y sin la menor conciencia de lo que hacía me tiré de cabeza por el acantilado. Tenía casi cuatro años...

Aún puedo cerrar mis ojos y ver los círculos de agua sobre mi cabeza y la sensación de hundirme en el líquido oscuro. Ni mi mamá ni mi hermana adoptiva sabían nadar. Por gracia de la vida que aún no quería sacarme de ella, el novio de mi hermana nos acompañaba. Salí airosa del susto, pero con la histeria de mi mamá acompañandome de por vida. ¡En toda la tarde me permitieron tocar el agua!

De más está decir que jamás aprendí a nadar.

Para visitar la ciudad en que nací click aquí...

Recorriendo.


En una época era muy común en mi país, inscribirse en la carrera de profesor en secundaria. Moríamos en el Instituto de Profesores Artigas no siempre por vocación, sino por necesidad de obtener rápidamente un sueldo seguro y un título confiable.

Llegué hasta la bedelía del instituto sin decidir aún cúal sería el campo que elegiría para mi carrera docente. Luego de ver la interminable fila de prospectos profesores de literatura, pregunté a la funcionaria en cargo cual asignatura necesitaba más docentes: "matemáticas, inglés, español y geografía"...

Para matemáticas, desde la primaria siempre había sido un cero.
Para inglés absolutamente inepta. Todos mis test en secundaria habían sido copiados a otros compañeros.
Para español, ¡la reina de la mala ortografía! Por lo tanto, mi única opción era geografía.
- Bueno, en realidad siempre me ha gustado viajar. Y geografía será la manera de hacerlo, al menos en la imaginación.


Así fue que durante casi cinco años cursé todas las asignaturas correspondientes al curso de Ciencias Geográficas.
En esos años de estudio descubrí muchas maravillas, por ejemplo los volcanes, la cordillera de los Andes, las cataratas del Iguazú, el Valle Edén en Tacuarembó. Aprendí a leer una foto áerea, a interpretar un mapa de relieve, aprendí la composición de muchos minerales, los estratos rocosos del suelo uruguayo, aprendí sobre ciudades satélites y los pueblos árabes, sobre México y Chile, Suiza y USA.
Pero mi mayor descubrimiento fue sacar de cada lugar lo mejor para dejarlo en mi alma.

La geografía se aprende viajando. Y para hacer geografía hay que ser viajero, (que no lo es lo mismo que ser turista).